Creyó por un momento que había olvidado su ardua tarea de apabullar a los mas fuertes y liberar a los débiles. No se encontraba en su mejor momento, pero sabia que no podía decepcionar. Debía nutrir el alma humana.
Cuando se hace notar siempre tiende a acoquinar a quién toca y a fortalecer al que no. Camina ligero con ciertos aires de pedantería y como buen saqueador sonríe sin placer. Es temido, pero también venerado. Lo empleamos aveces como protección aunque nos cueste demasiado tiempo su abandono. Detesta la osadía y riñe constantemente con el coraje. Nos hace estremecer, sudar, tiritar, alborotar, callar .... Nos ciega la luz, obligándonos a permanecer en su cueva.
Su nombre es el miedo y su cuerpo el nuestro. Elige a sus víctimas midiendo solo su fortaleza. No le interesan los débiles, ya que no podría entonces alimentarse de ellos. Sólo acecha a los férreos y valientes, a los mas preparados, a los mas valiosos, a los mejores....se enriquece con sus recursos y les llena de incertidumbre. Aprende de nosotros mientras intenta enseñarnos la premisa de su oculto mensaje.
Y aunque parezca el mayor dinamitador de sueños, su misión es muy distinta, pues se encarga precisamente de que esos sueños lleguen a buen puerto.
Cuando aparece nos avisa y nos cambia de estado....algunos se acurrucan, otros lloran, otros solamente esperan y los mejores en cambio ganan la batalla.
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