Imagina por un momento que habitases dentro de un robot mucho más grande que tú. La máquina tendría la forma que tú eligieras para residir en ella. Habitarías principalmente en su cabeza, ya que sería allí, dónde se encontraría la sala de control del autómata. Al fondo de esa sala, se divisaría el archivo, con un completo historial de información actualizada, a cerca de todas las experiencias, creencias y conocimientos que el aparato ha ido adquiriendo desde su fabricación.
Tú no conoces la realidad que hay fuera del robot. Sólo conoces la sala de control y alguna otra zona que has decidido ir a visitar, en tus ratos libres. Ves a través de sus ojos. Tus ojos reales sólo ven el interior, no el exterior, ni más allá de la máquina. Mantienes su equilibrio, gestionas sus interpretaciones, mientras ejerces de técnico, a veces. Te dedicas a manejar al robot, sin manual de instrucciones. Revisas constantemente esos archivos y reordenas lo que crees conveniente.
Cuándo por ejemplo, el aparato reacciona ante un estímulo, todo ese conjunto de archivos se comienza a alborotar. Tú desde la sala de control, intentarás manejar desde tus equipos, la situación de la mejor forma que puedas. Hay veces que intervienes con acierto y consigues solventar sin apenas esfuerzo, sin embargo también existen ciertas circunstancias que no puedes controlar y la máquina entra en crisis.
¿Podrías reconocerte dentro del robot, qué sería tu mente?
¿Alguna situación concreta?
Desconozco si alguna vez te has sentido como ese ser que habita dentro de un robot. Creo que el símil puede funcionar para explicar cómo nos sentimos y gestionamos las situaciones que se nos presentan. Recibimos demasiados estímulos a lo largo del día que amenazan no sólo el equilibrio, si no el rendimiento del aparato. Desde la sala de control, la llamaré mente de la máquina, intentamos buscar las razones de esos estímulos y convertirlas en respuestas acertadas. Logramos muchas veces relacionar bien esos estímulos con la información contenida en los archivos, consiguiendo así, acciones efectivas.
¿Qué pasa cuando no lo consigues?
Regresas a los archivos y echas un vistazo a esa información que reaccionó cuando se produjo el estímulo. La revisas, la reorganizas y vuelves a la sala de control. No siempre obtienes una respuesta después de tu visita al archivo. Eso no significa que no puedas continuar. Los estímulos siguen llegando y no puedes desatender por mucho rato tu labor de conductor.
¿Qué pasaría si lo hicieras?
¿Serías capaz de abandonar la sala de control y los archivos para explorar nuevos espacios dentro del robot?
¿Y fuera del robot?
¿Qué te podría proporcionar está nueva posibilidad?
Gestiona los nuevos estímulos, de los mal gestionados también se puede aprender y no, no puedes abandonar la sala de control porque eres parte de ella y las consecuencias serían imprevisibles.