Te reconozco. Quizás te obvie a veces y no depare en tu presencia, mas que para maquillar las imperfecciones. Pero hace tiempo ya que no me sonríes. No me miras como antes. No me dices nada. Permaneces impasible como si te fuera desconocida. Me observas desde tu distancia. Me pregunto si te habré ofendido en algo. Si esperabas a caso, algo diferente de mi. Lo que más me inquieta es haberte perdido para siempre. ¿Me sigues queriendo?.
No llores. Mi tolerancia ante tu sufrimiento no es nada admirable. No concibo tu dolor. Recuerda que mientras a ti te quema, a mí me arde. Cuanto a ti te duele, a mí me mata y que si no respiras, yo me ahogo. ¿Qué te pasa?. ¿Qué más puedo decirte?. ¿Que te quiero? Pues claro que te quiero. Amo cada una de tus partes. Las enteras y las rotas. Las previsibles y hasta las más excéntricas. Me abruma tu fortaleza y me enternece tu fragilidad. Me apasionan tus taras. No aspiro a que seas perfecta. Aspiro a que te sientas completa, sin vacíos ni carencias. Deseo que te creas. Que sientas que te lo mereces. Que eres capaz de conseguir aquello que tanto anhelas. Deseo que me quieras. Esta es mi demanda. ¿Y tú, qué me pides?. Y el reflejo de mi espejo sonrió...
No esperes sentir el cariño de los otros ni demostrarles el tuyo si no lo sientes y te lo demuestras a ti mismo.